Víctor Zambrano y su lucha interminable por la selva
Una infancia junto a los nativos Ese’eja, rodeado de animales y bosque hizo que Víctor Zambrano (1949) jamás olvidara Puerto Maldonado. Tras 30 años de servicio en la Marina de Guerra, Víctor regresó a su tierra y se planteó recuperar y cuidar esa selva que vivía en sus recuerdos. Su trabajo contribuyó al establecimiento de la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja Sonene, además de inspirar a muchas personas y lograr alianzas estratégicas con instituciones como la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA).
En la actualidad, Zambrano preside el Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata, en Madre de Dios, y el reto es grande: luchar contra las mafias de minería ilegal, tala y narcotráfico que atentan contra uno de los espacios con mayor biodiversidad del planeta. Las amenazas a los defensores ambientales son constantes, por lo que el trabajo para Víctor y sus aliados se torna peligroso y requiere de mayor apoyo de las fuerzas del orden, así como del fortalecimiento del marco legal en materia ambiental.
Dentro de las labores del Comité de Gestión que lidera Víctor Zambrano, se destaca la prevención y atención de conflictos socio ambientales, así como la recepción de alertas y diálogo constante con los más de 30 coordinadores que hacen vigilancia. En 2020 destaca la visita del Alto Comisionado de Derechos Humanos, esto tras las muertes de defensores ambientales como Alfredo Ernesto Vracko Neuenschwander y Roberto Carlos Pacheco.
Con el fin de evitar estos lamentables decesos y contribuir a esta lucha de conservación ambiental, la SPDA viene trabajando por más de una década junto a Zambrano en capacitación a defensores ambientales, tanto en temas de seguridad personal, como en la presentación de cambios concretos a la legislación para enfrentar a mineros y taladores ilegales. Sin embargo, estos esfuerzos pierden solidez ante situaciones como la presentación de proyectos de ley que podrían favorecer a las mafias.
Zambrano también destaca por su trabajo de recuperación de bosque, empezando por su predio, convertido luego en una de las primeras Áreas de Conservación Privada (ACP) de la región y que busca impulsar la educación ambiental y el agroecoturismo. Entre los visitantes al Refugio K’erenda Homet, nombre inspirado en su hija, figura la presencia de escolares de la región, siendo muchos de estos hijos de mineros de la zona. Toda esta labor fue reconocida con el Premio National Geographic de Liderazgo en Conservación 2016.
